FELICIDAD REAL EN LA SABANA

Por Rodrigo Rieder

  • Elba y Epaminondas conforman una familia típica de la sabana cundiboyacense. Campesinos humildes que labran la tierra, ordeñan vacas y cuidan ovejas en clima frio.

La mañana estaba fría y una ventisca helaba las mejillas rosadas de Elba, calentó agua en la hornilla a base de leña y luego fue a despertar a su esposo Epaminondas; este mantenía los ojos cerrados y se movía sobre la cama ataviada con rellenos de algodón para atenuar el frío y respondió cuando sintió que ella halaba su arropado.

–“Ahí está el agua para que te bañes, recuerda que hoy es sábado y mañana iremos al mercado”-

“Epa”, tal como lo llamaban sus vecinos y amigos, se desperezó, tomó una toalla y se fue al cubículo que servía de baño y encontró una poncherita de agua caliente arriba de una mesita y un tanque con igual liquido en mayor proporción; con el dedo índice limpió la dentadura y luego echó agua sobre el desnudo cuerpo que titilaba del frio cada vez que hacia pausas para repetir la porción de agua tibia en el cuerpo.

Al vestirse pensaba en el medio día que trabajaría esa mañana en una casa-campo de un cultivador de flores vecino. Lo último de su vestimenta que acomodó al cuerpo fue la ruana.

Salió a la salita que hace de comedor sala y cocina dividida por un muro y allí el olor a leña se dejaba sentir, mientras la chimenea trabajaba y tras dar calor al lugar dejaba escapar efluvios hacia las afueras por un tubo que identificaba la vivienda por fuera.

Mientras desayunaba, Elba fue a ordeñar una de las dos vacas que tenían en un pequeño corral techado con paja de llaraguá.

Como buen descendiente muisca, consumió el plato de mazamorras de papa como alimento tradicional condimentado con guasca que le daba el sabor picante propio de la tierra. La variada cocina cundiboyacense se nutre con frutos tropicales y especies aromáticas. Tienen una enorme gama climática que favorece una cocina variada, apetitosa y original en el marco inimitable de los pueblos más pintorescos de la dilatada geografía colombiana.

Fue a un rincón y tomó los manubrios de la fría bicicleta y ya en la puerta llamó a Elba y tras un beso, ella le dejo: –“Que Diosito acompañe a su mercé”–, –“Amen”—fue su respuesta.

Montó la bicicleta después de acomodar las gafas que le había enviado su hija desde Bogotá y comenzó a pedalear hasta el predio vecino de donde regresaría al medio día por tratarse de un sábado y luego se dedicaría a ayudar a Elba en los quehaceres necesarios de su hogar.

Mientras tanto Elba estaba en casa ideando e vestido que llevaría a las fiestas de la Virgen de Chiquinquirá la próxima semana. Limpió la casa y aseó la cocina, calentó agua y se fue ella también al baño, se trataba de un sábado que no iba a dejar pasar sin asearse.

Luego pensó en voz alta y se dijo: –“Al mediodía, antes que llegue Epa, lavaré las ruanas de gala y si hace buen sol las sacaré afuera”—

No se atrevía a cambiar de puesto las cosas donde su marido las había dejado por respeto a su dignidad de Jefe del hogar, igual casi nunca lo contradecía en su forma de interpretar la vida por respeto al hombre que amaba y con quien había procreado un hijo que en esos momentos estaba trabajando y estudiando en Bogotá.

Se acordó de llevar comida a las dos vaquitas y al cerdo del chiquero y salió al planito jardín de las afueras de la vivienda, miró el horizonte y se sintió feliz de vivir de ese modo que le habían enseñado sus padres, adicionando costumbres que adquirió de su esposo traídas de una familia con algunas variantes en su concepción, pero iguales en la raíz.

Una semana antes el padrino de su hijo Serafín, o bien sea su compadre los había visitado y como era costumbre tomaron agua de panela caliente con panochas de Arcabuco, luego al rato sirvió chocolate caliente con queso amelcochado dentro de los pocillos y hablaron de muchas cosas. El compadre se sentía con mayor mundo que ellos y antes de partir les dijo: –“Los felicito por ser un ejemplo de las familias del altiplano colombiano, por llevar esa vida humilde y rica en principios”– –“gracias compadre”—respondieron en coro; luego él se dirigió a cada uno de ellos y acotó: –“A Usted Compadre Epa lo he puesto de ejemplo a mis alumnos de la escuela, por ser laborioso, sin vicios, trabajador y que aunque gane poco dinero sus trabajos en el hogar también tienen un precio y ese precio es la felicidad”–.

Luego volteó la mirada y se dirigió a la comadre Elba: –“Ojalá las mujeres de las ciudades fuesen como Usted comadre, nunca contradice a su compañero, aunque sepa que él está equivocado, no insulta a quien la ama, ayuda sin quejarse de lo que hace o va a hacer porque entiende que esos quehaceres son suyos, pues suyo es el hogar, la vivienda como igual su esposo”– . Ella se sonrojó y respondió ante el silencio de Epa: –“Dios y la virgen de Chiquinquirá nos han guiado compadre, nosotros practicamos al pie de la letra lo que ellos nos han indicado en los mandamientos y rezamos con las rodillas en el suelo, cuando no vamos a misa”—

Se sintió un profundo silencio solo interrumpido por el canto de los pájaros y mientras el compadre se alejaba en la bicicleta azul llevando en la parrilla de atrás, huevos, guasca, ajíes, repollo y papas recogidos en el huerto de la familia de Epaminondas Marmolejo y Elba Arias de Marmolejo. Las sonrisas fueron correspondidas.

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EL CHUPAFLOR MAESTRO

Por Rodrigo Rieder

En las mañanas después del desayuno tengo un lugar donde me siento a observar la naturaleza en sus aromas, movimientos y ruidos; así degusto la puyosa línea de swingleas que rodean el extenso patio donde sobre un palo de mango construí un comedero de frutas para pájaros.

Allí sentado recibo la visita diaria de unas 50 aves de diferentes especies que llegan a picotear los bananos, papayas y otras frutas que, al ver despuntar el sol en el este sobre la Serranía de Perijá, coloco sobre la tablita que ya pide reemplazo y donde agrego dos tacitas de agua limpia, sobre todo en verano cuando esas aves no tienen donde abrevar.

Esto lo heredé de mi padre; a quien acompañé a buscar azulejos, periquitos y torcazas para mantener en casa (hoy no se puede hacer eso).

OBSERVATORIO O LUGAR DONDE OBSERVO LAS AVES CANTORAS DESPUÉ DE SUBIRLES FRUTAS

Concentrado en el acontecer observé a los toches cantar, una pareja de Sinsontes acudió como todos los días a comer la porción acostumbrada, unas bandadas de azulejos se turnaron para picotear un plátano maduro que subí ésta vez; otras especies como el pájaro carpintero real (pequeño), chichas frías y picogordos cantaron, chiflaron bebieron agua y luego se marcharon.

Ahí estaba absorto y contento por haberme encontrado como cada día con los pájaros que considero de mi propiedad imaginaria.

De pronto un zumbidito ya conocido y que había extrañado, llegó; era un chupaflor “amigo”; esta vez lo pude reparar pues libando flores de diferentes matas ignoró la comida como siempre y se dedicó a visitar las flores de los capachos, rosas, trinitarias y demás capullos metiendo rápidamente su fino pico por los pistilos deteniéndose en el aire.

Cuanta habilidad; me asombré que no podía ver el color de su alar, se movían tan veloces que mi vista no alcanzó a percibir los matices hasta que se detuvo en un palo de limón al lado donde me encontraba y lo detallé.

Verde su cuerpo, garganta y cuello anterior, azul verdoso brillante. vientre blanquecino. Mancha detrás de los ojos y alas pardas con una cola azulada; pero luego veo venir a otro espécimen, pero con un verde. ventralmente gris claro, mancha detrás de los ojos. cola azulada con las plumas más externas y con puntas blancas. Supuse que se trataba de la hembra porque llegó cariñosa y se posó al lado del antecesor y le hizo movimientos como de caricias, eso fue lo que percibí.

Luego recorrieron juntos, el uno adelante y la compañera detrás siguieron incansablemente visitando las flores libando entre enredaderas el supuesto dulce néctar de las flores.

Los seguí con la vista, luego con el cuerpo y llegué al sitio espinoso por donde los vi entrar y alcancé a ver una curiosidad de nido construido con pelos de algunos animales, lanas, materias vegetales suaves, liadas con telas de arañas en forma de tacita.

Y ahí estaba, el producto de su trabajo para continuar con la supervivencia de la especie. Una miniatura de pichón abría el pico para recibir del padre los reductos del néctar recolectado esa mañana.

Luego se marcharon de allí. La habilidad de vuelo de los colibríes no tiene comparación con la de otras aves: con sus alas de forma de cuchillas, apoyadas por fuertes músculos, pueden volar hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, y hacia arriba o abajo en forma vertical.

Manteniéndose estáticos frente a una flor de la que se alimentan, de pronto parten en cualquier dirección con la velocidad de una flecha.

COMEDERO

SOBRE LA ORQUETA DEL PALO

Esta habilidad les ha sido de gran utilidad para su supervivencia, pues bien, pocos depredadores pueden cazarlos.

El rápido batir de sus alas a menudo produce un sonido zumbaste que se podría interpretar como el equivalente del canto en otras aves.

Asimismo, sus largos picos, les permiten llegar hasta la parte profunda de las flores para absorber el néctar y atrapar insectos diminutos, también les sirven de arma, más para el ataque que para la defensa.

Entonces miré a mi amada; hacía almuerzo y construí la fantasía del vuelo del chupaflor recorriendo la curvatura del globo terráqueo hasta llegar a lo infinito del amor.

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EL GALLO CAPON; UN CUENTO DEL RECUERDO Y LA INTRANQUILIDAD #roridu2000

Por Rodrigo Rieder

La primera vez que me preguntaron: ¿quieres que te eche el cuento del gallo capón? Tuve una molestia de niño inconforme frente al grupo de párvulos que rodeábamos a “Mabel” Nieto, un joven de baja estatura que recuerdo le daban ataques epilépticos y que la mayoría de las noches nos reunía a los niños de la época en un enorme patio en la Finca La Palestina de propiedad de mi abuelo materno llamado Ulises Durán.

Blanca Nieves, El gigante pata de barro, La Cenicienta, Pulgarcito, Los viajes de Gulliver, El enano, la diosa y la bestia entre otros eran las crónicas-cuentos que, sentado en un tronco de guayacán, Mabel narraba con una profundidad que creaba una espacial expectativa entre el grupo de pelaos entre los que recuerdo; Carmen García Romero, Mariana Durán, Rosalía Díaz, Julio Nieto, Alba Marina García, una muchacha llamada Beatriz, Esther Durán y mi hermana Elina.

Hoy reflexiono sobre esto y me lleno de nostalgia y explico a mís lectores de que se trataba el cuento del gallo Capón para adultos y niños.

Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.

UN CUENTO REAL DEL GALLO CAPÓN

LO comenzó a narrar el actual presidente desde hace más o menos 30 años, pero a la inversa de lo que es el cuento como figura literaria, en el exguerrillero se volvió una repetidera hasta que polarizó al pueblo colombiano marcando diferencia en las clases sociales, dividiendo a los ricos de los pobres. A algunos estos últimos los llenó de ilusiones ofreciéndoles una vida “sabrosa”, cosa que todavía esperan igual a como esperaron “Las novias de barrancas”.

Y todavía ahora sigue disfrazando versiones en cuanto a lo que prometió en campaña y que no ha podido n podrá cumplir pero que para sus seguidores será cuestión de espera después de 9 meses ya en el poder y solo se vislumbran alzas en los precios de los elementos alimenticios de primera y segunda necesidad.

Nos estamos acostando ahora con la incertidumbre de cuál será el nuevo cuento del gallo capón que nos narrará el señor de los ojos brotados, adormilados y despepados.

Uno de los contenidos que cada semana se le agrega al cuento del “presi”, pero que él no narra y guarda silencio, pero culpa a otros como buen izquierdista, es la incontenible alza en el precio de la gasolina a lo cual han predicho los expertos en economía llegará 18 mil pesos al final de la administración del dueño del nuevo cuento del Gallo capón.

DIOS NOS PROTEJA.

EMAIL: roridu2022@yahoo.com

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MONO AIRE; UN ULTRARREPENTAESPECIALISTA EN AIRES ACONDICIONADOS

Por Rodrigo Rieder

Pienso que ni sus amigos lo conocen como William Gil; es un joven con sonrisa permanente, amable y explícito en lo que corresponde a su profesión como “TECNICO EN AIRES ACONDICIONADOS” de vehículos.

TALLER “MONO AIRE”

Un día cualquiera llegué hasta el lugar donde tiene el taller que es atendido por él mismo y, ofrecí unos servicios publicitarios en la emisora Cardenal AM a fin de dar a conocer sus servicios en la reparación de esos artefactos que ambientan el interior de los automotores y nos hacen viajar entre calles o carretera dentro de una cámara cerrada movible con un ambiente agradable.

Pasó el tiempo y el MONO AIRE, siguió recibiendo las visitas al taller que tiene en la avenida La Popa unas cuadras antes de la Urbanización El Cerrito y fui conociéndolo como profesional y amigo; cero egoísmos, desinteresado y fiel como amigo e inigualable como profesional.

No escribo esto porque me haya fiado su mano de obra; no, me gusta reconocer los valores de las personas sobre todos cuando las ensarto en el rosario de mis apreciados amigos y tras recomendarlo como el mejor profesional en Valledupar reparando estos artefactos que nos ambientan la vida dentro de un automotor, lo garantizo como buen amigo.

WILLIAM GIL “MONO AIRE”

Un día me acerqué y le comenté que necesitaba agua bebible para traer a “Royce” (Casa campo donde resido) y con su característica sonrisa mostrando unos brakes en la dentadura que peló al mostrar su afirmación, se convirtió esta acción en una costumbre en mí que cada vez que voy al centro de la ciudad llego al lugar de trabajo y lleno los calambucos con el fresco y precioso líquido.

MONO AIRE NO ESTÁ SOLO

El respaldo técnico está en un muchacho qué a pesar de estar de la misma edad de él, parece que “El Mono” lo hubiese hecho a su imagen y semejanza. No voy a describir como es Deimer cabello, porque sería repetir la descripción del “Mono aire”.

Parece un hombre tímido, pero creo que es la honestidad quien lo hace ser un hombre silencioso, pero sabihondo y cuando llego al lugar donde operan me entretengo viendo retirar y luego reinstalar de hermosos, finos y caros automotores; bomperes, torpedos, radiadores, tubos, paneles, suiches y demás elementos indispensables para el funcionamiento de la refrigeración individual de cada vehículo.

¿SE PUEDEN RECOMENDAR?

No me gusta acreditar valores y profesionalismos de las personas, pero acá debo hacer un cambio y con toda seguridad, recomendar a estos dos paisanos que trabajan con dedicación precisión y honestidad en el arte del aire refrigerado dentro de los carros.

Siempre que trabajan, dejan en mejores condiciones los elementos, organizan en su sitio de una manera limpia cada repuesto y verifican los resultados con eficiencia y paciencia; jamás dejan u vehículo a dormir en el taller o funcionando a medias. El sitio de trabajo está siempre igual a sus uniformes; limpio, organizado y seguros.

CONVICCIÓN

DEIMER CABELLO ASISTENTE DEL “MONO”AIRE

Seguro que no llevaré el aparato de refrigeración del vehículo en el cual me movilizo a otra parte; ya lo intenté una vez y noté a leguas la diferencia en el trato y los resultados; no hay punto de comparación frente a otros talleres; ESTE ES EL MEJOR.

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LUCHO MARTINEZ UN ICONO DE CODAZZI

Por Rodrigo Rieder

Como pasa el tiempo y la mayoría de las veces no nos damos cuenta y cuando venimos a percatarnos ya estamos un poco cansados, las arrugas están profundas, el pelo es ralo en la cabeza tratándose de nosotros los hombres, a quien nos crece la barriga y nos llenamos de experiencia y precaución para actuar.

Ayer sábado, Luis Enrique Martínez Alfaro y su esposa Estela fuimos invitados a almorzar en la residencia de una de sus hijas: Dina acá en Valledupar, concretamente en el barrio Don Carmelo.

PERDIDO

Salí de “Royce” en Guacochito muy temprano, aproveché para ir a visitar a Rodolfo uno de mis hijos y luego fui a orar un rato en medio de una soledad tremenda dentro del vehículo rodeado de otros automotores por donde pasaban motos, ciclas, carros de mulas, vendedores en carretilla, heladeros, camiones y lujosos autos.

Quise estacionarme ahí para doblegar el tedio de la tranquilidad en la que vivo en ese pueblecito que muchos le llaman “corroncho”, pero muy lleno de paz y un grupo grande de parientes orgullosos del caserío, humildes y hasta feos como me decía alguien, pero a quienes acepto con mucho cariño sin tratar de querer cambiarlos; así son felices e igual me dejan serlo a mí.

Cuando encendí el auto para ir a Don Carmelo idealicé la dirección al inicio de una de las vías de entrada y salida de Valledupar y tomé la avenido Simón Bolívar rumbo al terminal de transportes; cuando sobrepasé al Aeropuerto Alfonso López me di cuenta que me había equivocado y regresé a tomar la vía a Fundación, ruta por donde está la entrada del barrio Don Carmelo.

Este extravío me hizo pensar en los años que llevo entre pecho y espalda que ya comenzaron a afectar la memoria. Al entrar al sector venía un señor con un cartel rojo donde había una leyenda; leí me detuve, lo llamé porque el contenido y el señor bien vestido se me acercó; tenía un aroma a colonia “María Farina”, el pelo completamente negro (teñido) y unos zapatos blancos resaltaban en los pies donde un pantalón negro y bien planchado entregaba la sensación de una empedernida soltería, lo llamé y comenzó a hablar sobre las actuales formas de ser de las damas de hoy en día.

Estuvimos en desacuerdo y tras tal situación encontré la dirección de Dina Liceth Martínez; en la puerta de la casa frente al parque estaba “Lucho” su padre haciéndome señas que: ahí estaba la casa.

Estela y su hija Dina me esperaban con Cecilia, quien no pudo ir conmigo por tener obligaciones médicas; hablamos poco y vino el suculento almuerzo que luego se convirtió en una charla sabrosa donde les conté parte del transcurso de la vida mía que ellos desconocían.

Vi a Estela llena de vida, ella es una dama ejemplar; siempre dije que “Lucho” había salido premiado en su matrimonio con ella. Tienen hoy cuatro hijos hermoso ya casados e igual de felices que sus padres: Luis Enrique, Julio Cesar, Dina Liceth (anfitriona) y, Heidi Estela.

RECORDÉ AL AVISO QUE LLEVABA EL SEÑOR

Cuando hacía ésta reflexión recordé al señor del cartel a la entrada del barrio. En silencio me dije: -“Sera posible encontrar una dama con esas condiciones”- Entonces los miré a ellos dos y ahí estaba una mujer con esas condiciones; Estela Daza Cuello, la esposa de Luis Enrique Martínez Alfaro mi amigo de la juventud y a quien considero junto a mi primo Rodolfo Murgas Rieder; las dos personas más correctas que he conocido.

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SENCILLA OPERACIÓN QUIRURGICA

Por Rodrigo Rieder

Me despierto a las tres de la madrugada y enseguida el pensamiento voló hasta donde debía emprender la salida, salgo al extenso patio y veo el limpio cielo y en medio una gran nube berrochando con la brisa fría. La realidad de un rayo láser quemando células dañinas en el hombro izquierdo me inquieta a pesar de lo inofensiva acción de la operación que me espera en la Clínica Buenos Aires de Valledupar.

Traslado el vehículo entre la neblina de la madrugada rumbo al centro asistencial y trato de mantener la mente en blanco dentro de la soledad que invade el interior de la nave que zumba levemente ante la paciencia que trato de darle al cuerpo.

Al llegar ajusto el tapabocas obligatorio en su uso al entrar al recinto y anuncio mi presencia, se toman los datos y la asistente amablemente me invita a estacionarme en una salita de espera donde otros pacientes esperan el turno para ir al quirófano.

Luego de un rato soy llamado y al entrar a la sala de cirugías rápidas se me entrega un gorro y la orden de desvestirme; miro la gran moneda roja y cancerosa en el hombro izquierdo y la sentencio mentalmente: -“Hasta hoy estás viva, ya dejarás de martirizarme con la compañera picazón que se apoderaron del brazo”- eso me digo.

La camilla abierta y unos aparatos raros unidos por cable a paneles grises mantienen bombillitos verdes y rojos prendidos cuando siento los pasos de la anestesióloga quien como un teniente del ejército hace preguntas y da órdenes hasta que llega a mi lado y se dirige a mí: -“póngase de medio lado”-.

Al ratico siento la punzada de la primera puya, luego otra y en medio de la somnolencia siento su retiro y luego los delicados pasos del oncólogo de apellido Zabaleta quien comenzó a hurgar con un aparato el lugar que comienza a oler a carne quemada. –“voltee la cara para allá”- me dice señalando un lugar en la pared; de ahí no sé qué más pasó.

Entiendo que fue anestesia local y no debí dormirme, pero el Apnea del Sueño (otra enfermedad que padezco más peligrosa que mis males en el corazón), me traicionó y me dormí como lo hago regularmente a causa de la falta de restauración corporal que normalmente debería tener y que no tengo por solo dormir en un 40 por ciento de la capacidad de mi cuerpo.

En fin, quise narrar esto porque me gusta escribir, sobre mí y las acciones con las cuales enfrento a la dura vida que llevo a ver si desaparece ese peso que me ha ayudado a ser más fuerte cada vez tras cada golpe y seguiré escribiendo sobre las cosas, las personas los lugares y animales que me rodean porque considero esto una actitud y no un defecto.

Gracias a los amigos que me han llamado para desearme suerte en esta intervención quirúrgica que, sin ser peligrosa, no deja de ser una operación donde puede pasar cualquier cosa ahora o en el futuro de la vida que me queda.

LOS TUMORES CANCEROSO REMOVIDOS

El más grande fue en el hombro izquierdo, se formó una zona áspera o rojizas y descamada, que comenzó a formar costras y a sangrar el bulto se hizo elevado y a menudo con un área hendida (más baja) en el centro, luego una llaguita abierta con zona supurantes o con costra que no sanaba y que volvía a abrirse después de haber sanado

Regularmente sentía picazón, dolor, entumecimiento, hormigueo o una sensación de que tenía hormigas que caminaban bajo la piel.

El segundo extirpado tenía forma de cilindro y en el interior de la carne según me dijo el oncólogo que me operó estaba creciendo hacia adentro y tenía diferencia en su condición, frente al más grande ubicado arriba del hombro pues aquel tenía una forma de diamante con punta hacía abajo y el cual tenía unos 3 centímetros que con un descuido hubiera podido llegar hasta el omoplato en su juntura con el hueso humero donde me habría podido inmovilizar el brazo izquierdo.

SALIDA DEL QUIROFANO

Caminando hasta la sala de recuperación las enfermeras cambiaron la destroza y le agregaron algún medicamento, luego la larga espera de recuperación y más tarde la salida donde estaba el cuñado Jairo Buendía junto a mi nuera y nieta (Patricia y Siris Rieder), esperándome con una sonrisa que me reconfortó y llenó de ánimo.

30 horas sin comer nada me llevaron a un restaurante barato y con la humildad que Dios me dio, acabé con el hambre. Luego shuuuusss a casa con tres días de reposo y mi disposición a huir del sol tal como prometí al oncólogo

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YUCA CON QUESO RALLADO

Por Rodrigo Rieder

Anoche me quedé hasta tarde en el patio de la casa-campo donde resido y alce la vista para mirar al firmamento, cuantas estrellitas titilantes ante una luna llena y anaranjada que parecía estar siendo acariciada por las nubes que despacio desfilaban a su lado; la grandeza del firmamento me hizo imaginar al universo, tanto; que me parecía ver en la inmensidad la curvatura de la tierra.

En medio de la oscuridad del patio por donde corría una brisa deliciosa Seguí haciendo el mundo imaginario que me enseñó a vivir éste Macondo hermoso donde escucho palabras en español diferentes a las de otra parte del país, donde la grandeza del ser se mide más por la humildad que por lo superfluo que la vida nos permite tocar y nos hace creer superiores.

Hace rato que no desayuno el manjar de la realidad; así llamo a la yuca con queso rallado, plato de mi gusto diferencial y que siempre acompaño con un café con leche “terciao” pasadito de dulce y que de pronto sin tener el “plateo” elegante de los desayunos de salón pasa a ser para mí y millones de costeños colombianos y quizás de otros países, en el manjar más degustable de la tierra.

Para que escribir si lo hice al día siguiente; no. Pero me sirvió mirar el horizonte y resumir en el entendimiento cuan pequeños que somos los humanos ante la grandeza del universo que anoche vi.

A muchos (as) les agradará un plato diferente en manteles blancos, con servilletas de tela bordada y loza leve y finamente estampada, con platos grandes y cesto de pan al frente acompañando a un vaso bajito con jugo de naranja. Como se ve de bonito un cesto de mimbre tejido con panes dentro acompañado de una mantequillera alargada repleta del pastoso derivado de la leche de vaca.

Se ve bonito el plato central con unas arepitas, un pedazo de patilla y un pequeño chicharrón y, es sabroso. Pero nada tan agradable que la yuca harina y gomosa con tibia temperatura al lado de una porción de queso rallado con el “terciao” que arriba anoté.

Y nos dirán “corronchos”; eso somos, pero disfrutamos la vida a un estilo que solo nosotros sabemos cómo es.

No cuestionamos a quien come con las manos directamente del plato (en oriente son corronchos quienes lo hacen con cubiertos), no corregimos a quienes levantan el plato después de comer y lo acomodan a un lado de su puesto; es un estilo y manera diferente de sentirse liberado de la ingestión; cada quien, con su modo de ser, así sea “corroncho”. Ese se goza la vida.

Hernando Marín Lacouture (qepd), mi gran amigo en vida, expresó en una canción sobre la ley del embudo, que no es otra cosa que lo ancho para ellos lo angosto para uno.

Uno debe ser feliz con lo que se siente bien y dejar que los demás hagan lo mismo; no se puede interrumpir el gusto de los demás; eso es peor que interferir en la voz que te habla; lo cual se arregla con la continuidad de la palabra y no hace daño a nadie; en fin, cada quien es cada quien y tiene la libertad de ser como quiera

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MIGUEL DE ARMAS Y EMELINA; 67 AÑOS DE FELICIDAD

Rodrigo Rieder Durán

Cuando vegetamos no somos los mismos; cuando pasan los años van cambiando nuestras actuaciones frente a la vida; hoy resaltaré a un familiar que sigue siendo el mismo “guayacán” que conocí una mañana cualquiera de esas que se dan en La Jagua del Pilar.

Un mes de junio en el cual fui a pasar “asuetos” al poblado del Marquesote, estando en la plaza principal vi al hombre. Llevaba unos cargadores para subir los pantalones, derrochaba juventud y guiaba a un grupo de niños al frente del colegio que despedía a sus estudiantes al salir de vacaciones, era Migue.

Detrás estaba Emelina Durán su esposa y mi prima, hija de tío Ciro hermano de mi abuelo Ulises Durán. Romelías, el primito anfitrión me dijo: -“es el esposo de mi hermana”-. Desde ese momento “Migue” entró a mi corazón para no salirse jamás.

Pasaron los años y siempre estuvimos ahí; con ellos, esa brillante pareja que, con su comportamiento, dio catedra de lo que es la comprensión matrimonial.

La vida nos mantuvo siempre a sombra de cada uno. Migue y Emelina conocieron mis secretos, andanzas, manera de pensar, carácter y demás tendencias incomprensibles del ser y siempre fueron los mismos.

Emelina siempre me siguió los caprichos al vestir y alguna vez y a mi pedido, implantó unos bolsillos amarillos en la parte trasera de mis pantalones; cuando sentada en la máquina de coser me los entregó, tenía una sonrisa en el rostro; -“te vas a poner eso”- -“si”- respondí”-.

Monté en el jeep blanco en el cual me movilizaba en esos tiempos de los años 71 y salí del barrio Kennedy pensando en las palabras de mi prima del alma.

Otra vez se me dio una acción que jamás he olvidado. Migue y uno de sus amados hijos (Miquelón), regresaban de Coolesar y él me dijo: -“¿Rodri, tu sabes cuál es la parte donde la vaca tiene la parte más dura para mascar?- -“no”- respondí confundido y el me enseñó: -“el cachete”-.

Salí de ahí a comprar cachete de vaca para concretar los que “Migue” me había enseñado y fue real.

De sus hijos he sido allegado y cerca; de Carlos (en USA), quien cada vez en cuando me envía una camisa oscura de regalo y aunque este año no lo ha hecho, sé que llegará en cualquier momento; Miguelón, quien jamás ha discutido conmigo a pesar de su distinta posición política diferente a la mía. No puedo dejar de reseñar a Socorro, hermana de él y de quien tengo los más cercanos y bellos recuerdo; ellos son también mi familia, de sangre, por afinidad y parentesco y por apego.

86 AÑOS SIENDO JÓVEN

Cuanta juventud derrocha “Migue”, no sé; este día de su cumpleaños lo vi bailando y lo noté derrochar energía; él es un hombre de verdad. Tocaba un grupo musical en la celebración que se hizo en una casa-campo de propiedad de Ivo Díaz en la vía Valledupar-La Paz, de pronto se me acercó y me dijo al oído: -“¿Rodri, podrías decir unas palabras?”; lógica fue mi respuesta afirmativa, le conté a Romelías y me dijo con alegría, “Buena esa primo”.

Al rato una de mis primas de las que residen en Usa, anunció en voz alta que solo llevarían la palabra los hijos de “Migue” y “Eme”; eso me llenó de tristeza, Cecilia lo notó y me preguntó: -“¿Qué te pasa?”.

Después seguí siendo feliz viendo a dos familias (Durán y Perpiñan), ambas allegadas a mi sangre; estaban felices y yo también lo fui de verdad; allí estaba Napoleón, Doris, María Teresa, Romelías, Ciro, Lucila, Socorro, Rodolfo Mejía, José, Miquelón, Julia y muchos más que hacíamos un grupo de una 70 personas que alrededor de esa pareja tan bella aprendimos algo que para ser feliz matrimonialmente hablando, ha de tenerse tolerancia, cariño, mucho amor y sobre todo paciencia y traje a la memoria una palabra bíblica que aprendí de la misma Emelina hace muchos años y que dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece,  no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;  no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad.  Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

DIOS CON USTEDES; MI FAMILIA. HOY EMOCIONADO ESCRIBO ESTAS POCAS COSAS PEQUEÑAS ANTE LA GRANDEZA Y LAS ENSEÑANZAS DE ESE GRAN AMOR.

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PEPE GÓMEZ; PALADIN DE LA GANADERÍA CODASENCE

Rodrigo Rieder

Allá por los años 58s cuando Codazzi estaba tomando fuerza den lo que más tarde fue una “bonanza” algodonera” y mi abuelo Rodolfo Rieder acababa de fallecer, estudiaba en el colegio Liceo Santander siendo uno de mis mejores amigos en esa niñez tan hermosa, Ricardo Gómez Gutierrez.

Los espacios entre patios eran grandes en todo el poblado y por la parte de atrás residía la familia de “Rica”, así siempre lo llamé, se trataba de un joven de igual edad a la mía, aprendimos a leer en tiempo paralelo y nos visitabamos en los fines de semána para jugar con arena, tierra, carritos de madera.

Con simuladas vacas en miniatura armadas con palitos finos como patas, llenabamos un corralito que ibamos llenando hasta tener un figurado hato. Mugiamos como las vacunas y llevadas de la mnos nuestras los hatos pastaban en potreros ficticios que nosotros mismos construiamos.

En los intervalos de descanso hablábamos de nuestras familias, de los profesores y él me hacía preguntas que no entendía en esos momentos sobre su hermanos Dannys Herazo, Vicente y Chema, mayores que él pero que no residían en casa junto con Irene su mamá.

Ricardo y Alfonso Gómez Gutierrez fueron mis amiguitos cercanos, con ellos y Alvaro Barrero fuimos muchas veces a bañarnos al pozo “Siderio” y regresabamos quemados por el sol, cansados y con hambre; siempre comiamos en su casa donde nos esperaba un buen paquete de yuca gomosa que mezclabamos con queso rallaado y luego nos sentabamos los cuatro a hablar de cosas lindas y naturales en la inocencia de niños de la época.

PEPE GÓMEZ

Fue un personaje que admiré desde el día que lo conocí. Iba para la proseción de la Divina Pastora, no se si era un 15 de agosto o un 7 de septiembre; salió de pronto de un de los cuartos de piso alto y de continuadas puertas que tenía la vivienda y detrá de él venía Irene, su fiel y amada esposa; Jefa del hogar.

Lo admiré porque yo deseaba ser ganadero como él quien tenía un corral ahí mismo pegado a su casa y tocandose con el patio de los Rieder-Tenas.

Caminaba pausado en ese momento, ya estaba bastante mayor, venía con un vestido de dril blanco bien planchado, llevaba una corbata un poco salida del cuello de la camisa y se sentó en un taburete de madera con fondo de cuero donde Irene le llevó algo para beber. Él le preguntó: “Montoya y Dannys no irán a la procesión”; Ricardo contestó por su mamá y dijo: -“yo me quedo jugando con “Guigo”, ellos se marcharon en silencio.

Hablaba de sus hermanas Pepa y Ruben Padró su esposo, de Nicolas Morales y Meme, otra de sus hermanas, se rascaba la quijada de abajo un poco salida de la superior y de vez en cuando sonreía cuando veía a Ricardo a Poncho y a mi sentados en el suelo al lado de otro de sus hijos, el cual tenía caracteristicas especiales y al cual queriamos mucho; eso no se me ha podido olvidar nunca.

Nunca fui a su finca pero escuché su nombre siempre por todo el pueblo como humbre de una sola palabra. Irene siempre me habló con cariño y me decía “Guigo” (acomodativo de Rodrigo).

Pasó el tiempo. Los jovenes crecimos, algunos se fueron a estudiar a otras ciudades y otros murieron como en el caso de Ricardo. Se fue al lado de Dios cuando yo no estaba, lo lloré en el silencio del jóven que no encuentra explcación ante la falta de un buen amigo, como en nuestro caso. Posteriormente “Poncho” se me perdió y dos de sus hermanos tambien murieron (Vicente y Chema), Danny Esther quien fue “REINA DEL ALGODÓN” se casó con un señor de apellido “Cabrera” y fue muy feliz.

La imagen del señor Pepe estuvo siempre en el cerebro; para mi, una vaca o todos los semovientes que veía los enmarcaba en su propiedad. Con el supe de sus padres: Ricardo Gómez Brito y Josefa Maestre; a él le oí hablar de Francisca Orozco, de Idalia e Irene; muchos de ellos no los conocí.

PASÓ EL TIEMPO

Regresé a Codazzi; ya era otro pueblo abarrotado de algodoneros, comerciantes, fumigadores, obreros, y empleados en empresas que manejaban la fibra que luego se iba de la población en pacas con zunchos que las apretaban y las hacían ver de una manera especial.

Irene habia tenido más hijos; algunas muchachas hermosas y Gustavo (“Tabo”). Un muchacho que parece haber sido fotocopiado de su padre. Hasta sus silencios son iguales a los del señor Pepe.

Yo dejé de ser el amigo profundo de ese bello hogar, la vivienda estaba transformada y las niñas ya se habían vuelto mujeres. Desde una casa vecina (Adelaida de Skupin), guardé los silencios que maduran caractes. “Tabo” creció, “Poncho, no se de él a estas alturas y la vida como es natural; siguió.

Este año fui a Codazzi para dar una conferencia como periodista en la localidad de Aprocoda y me quedé para la noche asistir a un encuentro de paisanos; ahí estaba “Tabo”, con su esposa “La “Mellita” Alvarez, fue muy intensa la emoción de verlos pero me puse compostura y me llené de estos recuerdos que me hacen imaginar a un pueblo donde en aquel tiempo casi todos éramos familia.

ADELANTE “TABO”

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ROMELIAS DURÁN: AÑOS LABRANDO AMOR, SERVICIO Y CARIÑO

Por Rodrigo Rieder

El delicioso café recorría la garganta y un vientecito mediano me llegaba a las mejillas; miraba hacia la Serranía de Perijá y bellos recuerdos sacaron al rostro, una sonrisa; tenía la mira puesta en El Plan, corregimiento de La Jagua del Pilar; pero unos deseos de felicidad diferente a la cotidiana me llevaban a pensar en uno de los primos que amo. Romelías Durán Lagos un médico, radiólogo hijo de mi tío Ciro Durán, hermano de mi abuelo Ulises.

Egresado de la Universidad Nacional, con muchas especialidades, entre ellas las de radiólogo, pero como yo hablo; el título de “sabio” le quedan pequeños.

Por allá en los años iniciales de nuestra paralela juventud,, mi primo me regaló una especie de decepción, se fue al seminario para prepararse en la vida como sacerdote católico; yo no deseaba que lo fuera; cuando terminábamos la primaria estuvimos juntos en varias oportunidades, recorríamos las destapadas calles de La Jagua y fue él quien me señaló por primera vez donde estaba “La vela del Marquesote” que se veía desde la plaza principal del poblado que para esos tiempos solo era un corregimiento pequeño donde se respiraba aire fresco y felicidad.

APRENDÍ DE ÉL

Principalmente a saber callar, a hablar lo correcto y mejor para la ocasión, donde decir las cosas, porque hablarlas y exponerlas sin lastimar a los demás por grave que fuese lo necesario de expresar.

Él es la primera persona que llamo cuando siento algún dolor en el cuerpo, cuando las dificultades llegan a la vida o cuando tengo malos momentos; conoce de mis muchos secretos, pero es como si no los supiera; en eso, de verdad parece un padre-confesor.

Nos visitamos mutuamente en aquellas épocas, él iba a Codazzi o yo venía a la Jagua regularmente. Yo creo que ello le dio por casarse con una persona nacida en mi pueblo; María Teresa Quintero; con quien ha realizado una vida llena de tolerancia, respeto y entrega mutua.

Romelías nunca me ha fallado, tal vez yo sea quien no llene sus expectativas. Es un símbolo de la humildad y el servicio, no se amilana ante nada y no siente pena en hacer cualquier cosa que para otras personas le apenen ante cualquier público; en eso somos muy parecidos.

Cuando escribía éstas líneas no sabía cómo escribir “ecógrafos”, o si era correcto decir así a los médicos que prestan servicio de ecografías; él también es un experto en ello. También quedo en deuda con los lectores sobre el otro oficio de mi primo para aliviar el dolor y mejorar el funcionamiento del cuerpo a base de la ozonoterapia, la cual consiste en la aplicación de una mezcla de oxígeno médico con ozono; la mezcla ha de ser producida in situ para cada aplicación, y en ella nunca habrá más de un 5 % de ozono. Las aplicaciones de ozono médico se remontan a principios del siglo pasado, pero él ha modernizado éste sistema de medicamento.

LA NAVIDAD CON MI PRIMO

Cuando Cecilia y yo embocamos la calle de entrada al poblado, estaba en la primera esquina cerca de la plaza principal; unos árboles de cotoprix, maíz tostado, mangos y demás habían sido podados, la plaza estaba en silencio, como si nos esperara, miré hacia arriba y vi el Cerro “Pintao”, cuánta agua corriente habría a su lado, cuantos sembrados de aguacate y café habría en sus alrededores; ahí se detuvo el pensamiento y al bajarme del auto pisé el duro piso que cuando niño me dejaba andar con los pies descalzos o con las “guaireñas” que se llenaban de una tierna arenilla que siempre me hizo recordar a La Jagua.

Había llevado una botella de wiski que nunca usamos, me cohibí a destaparla ante la finura el licor que él sacó para ingerir entre el resto de familia y Cecilia y yo que habíamos decidido sentarnos en la puerta de la hermosa vivienda que esa noche del 24 de diciembre se transformó en un sitio captador de parientes que llegaban y se marchaban después de saludar y aplicarse el respectivo trago del fino licor.

Fue realmente una “nochebuena” bailamos con nuestras parejas, escuchamos música, narramos cuentos, hicimos catedra hablada de cosas que desconocíamos y deleitamos un sabroso cenado navideño preparado por él mismo. Es mi chef preferido, lo hace muy bien y no le da nada hacerlo en su casa o en la mía.

Esa noche soñé que yo era el “Niño” Dios. Volé por entre nubes y enormes cúmulos que se movían con lentitud en un cielo diáfano; me detenía a ratos y me sentaba en un frio bloque de hielo que flotaba en el universo y desde allí daba órdenes a los ángeles para que llevaran regalos a los niños. Pasé raudo al momento y llegué a la plaza desde donde la pedí al Todopoderoso me le diera como regalo a Romelías y a María Teresa, la larga vida que una vez le dio a Matusalén.

Regresamos el 25 después de haber ido a El Plan donde sufrí una decepción que guardé en silencio en la cartera de mis confiensalidades personales. El Sol estaba intenso y la brisa había parado de soplar, ahí estaban ellos; no sé cuándo nos volvamos a ver, pero si sé que me quedó una marca de humildad que solo se da en personas como él. DIOS ME LO GUARDE.

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